Los Botas, el origen

El apellido de los Botas de Castrillo es uno de los más antiguos relacionados con la actividad arriera. Factores de índole demográfica le permitieron una gran expansión durante la Edad Moderna y que en la actualidad posiblemente sea el que abarque un mayor número de personas con un tronco común diseminadas por España y América. El origen del apellido hay que situarlo en los difíciles tiempos medievales en donde un tal Antón, labrador y vecino de Castrillo, apodado posteriormente como el Botas, se ejercitó ya como arriero esporádico. Su hijo Alonso Botas sirvió con su recua al Rey Enrique II en la guerra que le llevó al trono de Castilla y como recompensa le otorgará el estamento de hidalguía, que en modo alguno supone título de nobleza. Los sucesivos Botas, Pedro y Mateo, aparte de la actividad agraria y arriera, sirven con sus recuas, transportando enseres, municiones y víveres, a los Reyes Católicos en las sucesivas guerras, especialmente en la civil que coloca en el trono a la reina Isabel y en la de Granada, lo que fortalece su posición y el reconocimiento de su hidalguía. Pero, el crecimiento familiar del siglo XVI y la herencia del título de hidalguía por las ramas principales provoca ya en 1566 el primer pleito familiar entre Pedro y Mateo, hijos de Pedro Botas e Inés Campanero.


Pero, será ya a finales del siglo XVI cuando encontramos a Antón Botas Salvadores, campesino y arriero de Castrillo, como una de las familias ricas que, como demuestra su segundo apellido, ya había empezado el cruce y la consanguinidad con la otra familia de Castrillo, los Salvadores. Dicho Antón se casa con su prima María Salvadores Botas, fruto de un anterior cruce entre Salvadores y Botas. A partir de aquí se inicia un frenético cruce y emparentamiento de las dos familias más extensas e influyentes de Maragatería, pues de este matrimonio van a salir las tres ramas que harán posible la fuerte expansión familiar en las primeras décadas del siglo XVII, pese a la crisis económica y demográfica en la que está sumida la Corona de Castilla. Alonso Botas y María González inician la primera rama, mientras que Pedro Botas Salvadores en su matrimonio con Juana Salvadores en 1624 conservará para sus herederos la línea de sucesión que heredará la hidalguía. En la tercera, Inés Botas Salvadores con su matrimonio con el primo Antón Salvadores Botas reforzará los lazos de parentesco con los Salvadores al facilitar el doble enlace cruzado entre los hermanos Pedro e Inés Botas con Juana y Antón Salvadores. Pero, ante esta situación endogámica, los Botas empiezan a abrirse a otras familias vecinas de pueblo limítrofes como los De la Puente del Val de San Lorenzo y es a partir de mediados del siglo XVII cuando el apellido Botas, siempre por vía femenina, va saliendo hacia otros pueblos de La Somoza en busca de familias arrieras acomodadas.


Pero, después de que la familia sufriera el fuerte azote de una crisis que se llevaba la mayor parte de los hijos habidos en el matrimonio, un nuevo referente familiar será el matrimonio que en 1658 contrae Miguel Botas Salvadores y su prima Ana Salvadores de la Puente, quedando así establecido el eje Botas- Salvadores-De la Puente, al que se irán añadiendo otros ape­llidos de Castrillo como los Roldán y Alonso. En efecto, la segunda mitad del siglo XVII está dominada por los que se pueden considerar como máximos referentes del linaje Botas: Gabriel Botas González casado con Francisca Roldán con la que tuvo ocho hijos, y su primo Miguel Botas Salvadores mencionado anteriormente. Los servicios a Felipe IV y el nuevo impulso de la actividad arriera favoreció a estas familias, pero, la suerte desigual vino marcada una vez más por la demografía y por el régimen hereditario. Mientras que Miguel Botas sólo consigue que uno de sus siete hijos sobreviva y logre casarse desde una posición de riqueza al recibir todo el apoyo y el patrimonio familiar, su primo Gabriel, que ostenta el mayorazgo, logra colocar en el matrimonio a tres de sus ocho hijos, lo que permite a la familia una fuerte expansión Pero, esta expansión familiar controlada a finales del siglo XVII va a llevar a los Botas de Castrillo a buscar a los parientes San Pedro Botas de Santa Catalina o a otros apellidos forasteros que, como los Crespo de Santa Colomba, se presentaban como un partido seguro a juzgar por la riqueza acumulada y su capacidad como arrieros.


Por otra parte, el siglo XVIII con respecto al siglo anterior se caracteriza por una mayor estabilidad matrimonial y menor mortalidad, lo que permite que en las primeras décadas queden ya formados los ricos patrimonios familiares de las diferentes ramas de Botas, asegurados mediante la creación de los correspondientes mayorazgos bajo la tutela de una total endogamia entre Botas y Salvadores. El matrimonio de Toribio Salvadores Botas, hijo de Tomás Salvadores y de Francisca Botas, con Francisca Botas Salvadores refleja el cuádruple grado de consanguinidad. No obstante, la gran expansión de los Botas en el siglo XVIII tiene su base en el núcleo familiar formado por Antonio Botas Roldán y Pascuala de San Pedro Botas, tal como se puede apreciar en nuestro libro: Botas y Salvadores, un linaje, una casta, una familia de arrieros maragatos. La joven esposa y la propia coyuntura le permiten engendrar doce hijos de los que sólo tres, Antón, Miguel y Gabriel, logran sobrevivir y casarse con las hermanas María y Lorenza Crespo y con Ángela de la Puente, reforzando así los lazos de parentesco iniciados en el siglo anterior. Será el primero, Antón Botas de San Pedro con sus diez y seis hijos habidos en sus dos matrimonios quien garantice el impulso familiar al colocar a once en estado matrimonial. Esto, que demográficamente parecía ser un éxito, era un duro revés para la familia, pese a la coyuntura económica favorable, desde la perspectiva económica, lo que parece animar al padre a crear un mayorazgo a favor del hijo mayor, Santiago.

La puesta en funcionamiento de once nuevas ramas exigía una plena pla­nificación y matrimonios cruzados entre hermanos como los realizados por Antonio y María Botas con Josefa y Antonio Crespo, naturales de Santa Colomba. Por su parte, para las cinco hijas se buscan matrimonios de parien­tes segundones entre los Botas, Alonso o Gallego y el mero hecho de que el primogénito Santiago se case con una mujer hija de una familia de segundo orden demuestra que el elevado número de hijos y la dispersión patrimonial afectó negativamente a la familia.

Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XVIII la rama del mayorazgo de los Botas fuertemente dividida parece recomponerse nuevamente mediante el matrimonio de sus cinco hijos, de un total de ocho, con miembros de otras familias con las que ya tienen lazos de consanguinidad, como los Botas de la Puente o los Crespo. Otra de las ramas colaterales es la de Miguel Botas Salvadores quien se queda como único heredero al morir sus cinco hermanos. De sus tres matrimonios engendra quince hijos y abre diversas ramas que pronto emparentan con los Alonso de Castrillo y con sus primos Botas. A través de Bernardino Botas y de Tirso Botas, los Botas vuelven a reencontrarse con los Roldán en una fuerte endogamia, especialmente presente cuando se plantea la crisis de la arriería a finales del siglo XVIII. El matrimonio de Pedro Botas Alonso y de María Salvadores Botas en 1781 del que nacen ocho hijos tiene un referente en el mayor vivo, Pedro Miguel Botas Salvadores quien en 1815 se casa con Tomasa Roldán Paz. De los once hijos, tres tienen una incidencia importante en pleno desmantelamiento arriero: la rama de Francisco Botas Roldán (almacenes Botas de Oviedo), que casa con su sobrina Manuela Botas Alonso, y las dos establecidas a través de los matrimonios cruzados entre hermanos: Pedro y Tomasa Botas Roldán con José y Manuela Alonso Botas. El propio Pedro y su hermano Juan Botas Roldán casado con Francisca Roldán Alonso asistirán como vecinos de Castrillo a los cambios del siglo XIX desde una posición de rentistas y de alcaldes del nuevo ayuntamiento. La casa del mayorazgo e hidal­guía aún se conserva en Castrillo.

Pero, los Botas en su fuerte expansión no sólo se emparentaron en Castrillo, sino que extendieron sus redes, sobre todo por vía femenina, buscando aliviar la endogamia local y los patrimonios de otras familias arrieras acomodadas. Esto les lleva a Andinuela, Rabanal y Brazuelo donde la rama abierta por Manuel Botas y Magdalena Fernández Botas en el siglo XVII va a dar paso a otras dos ramas vía femenina de Botas situados en una posición intermedia. Algo diferente va a ser la posición de los Botas de Andinuela y Rabanal donde emparentan con los Carro de Santa Colomba y los Castro y Ferrer de Rabanal. Mención destacada cabe hacer del matrimonio entre Santiago Botas Ferrer, rico maragato de Andinuela, con Ana Calvo Martínez de Rabanal, hija de Santiago Calvo Rodríguez y Tomasa Martínez Nieto, sobrina la dicha Ana del gran maragato José Calvo Cabrera de Rabanal y heredera, como veremos de su fortuna y fundación. De su matrimonio nacen once hijos, siendo Antonio Botas Calvo quien en 1810 se case con Ana Castro Morán y se unan así con la otra rama fuerte de Rabanal, los Castro dando un nuevo linaje: los Botas-Castro que a mediados del siglo XIX se colocan como elite social en Maragatería, con ermitas familiares propias y grandes propiedades rurales. Como se puede apreciar los Botas desde la Edad Media al siglo XIX son el mejor referente de la cultura endogámica maragata. La posterior dispersión emigratoria forzó el desconocimiento entre las diferentes ramas que aún hoy se mantienen caso de los Botas Piñón de Galicia, los Botas Alonso o Alonso Botas de Castrillo, etc., etc.

Del libro Los Maragatos de Laureano M. Rubio

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